Creo que ya es hora de bajar de la montaña rusa, o mejor dicho, de la parte superior de la lanzadera, que lo de quedarse colgado del limbo, fascinado, encantado de la vida y con el máximo nivel de endorfinas durante mucho tiempo debe traer algún efecto colateral. De hecho, queda constancia de ciertas consecuencias en los posts de los últimos días, tantos los presentes, como los que nunca escribí. Si es que el estilo al escribir es tan revelador como el más exhaustivo de los análisis semióticos!
Pero es así, que lo de levantarse de la cama cada mañana y enfrentarte a lo que uno ha elegido y conseguido construir como vida propia tiene mucho de parque de atracciones, para seguir con la sesuda metáfora lúdico recreativa de la semana pasada- que por cierto, ha dado hasta para hablar de los retrasos aéreos, la relación entre gastronomía y estados alterados de la conducta y hasta el sexo dental VER COMMENTS DEL POST ANTERIOR - . Volviendo al parque de atracciones: que te la puedes pasar girando y girando en la calesita (el tiovivo en lenguaje castellano) dando vueltas que se tornan más aburridas en la medida en que te haces un poco mayor, con un leves movimientos si te toca el caballo e intentando pillar la sortija, simplemente para sentir que has conseguido algo, pero en realidad, lo mismo te da. También hay momentos de montaña rusa, de las más rudimentarias a las sofisticadas, de máximo límite, exaltación, riesgo controlado y medición de las propias fuerzas.
Si se continúan enumerando atracciones hay material para escribir un libro de autoayuda de mesita de noche, más aún desde la irrupción de los parques temáticos y la disneylización de todo los que se pueda. Y no me olvido que hasta el más cutre de los parques o ferias tienen siempre alguna atracción destinada al más inevitable de los sentimientos humanos: el miedo. De la Casa del Terror al Tren Fantasma, y siempre con algún muerto viviente, vampiro, momia, loco de la motosierra o niña poseída. - Vade Retro, mientras se pueda!, digo yo.
Por ahora me bajo un rato del mejor momento de la lanzadera, cuando desde lo alto contemplas el panorama y la tripa no deja de hacerte cosquillas. Joder!, ya estoy nuevamente poseído por el espíritu literario de Corín Tellado. Lo he dicho antes, esto empieza a preocuparme